Esta
es una historia de camioneros. De camioneros y de autoestopistas. Hay historias
parecidas en Alabama, en Missouri, en Tennessee… Esta se desarrolla en algún
pueblo perdido, en Carolina del Norte. Tiene varias versiones, y una de ellas la
cuenta Tom Waits en una de sus canciones.
La
historia se desarrolla en una noche. Una noche horrible, en medio de una
tormenta, una tempestad imponente. Y con un caminante, un autoestopista, que
trata de encontrar algún alma caritativa que le lleve hasta el siguiente pueblo
y encontrar algún sitio donde tomar algo caliente y descansar…
…y,
finalmente, aparece. En forma de un camión plateado, que ve a nuestro
autoestopista calado hasta los huesos y se ofrece a llevarle, le invita a
subir. El camionero resulta llamarse así, Big
Joe…
…y
acompaña a nuestro protagonista hasta el siguiente pueblo, ubicado junto a un
río, al otro lado de un estrecho puente que cruza la carretera. Para junto a un
hotel. Y aún le da a nuestro protagonista una moneda, un dólar, para que, al
menos, cene algo caliente esa noche. Eso sí: con el ruego de decir en el local
que ha sido Big Joe quien le ha
llevado. Con eso, le dice, quizá hasta le permitan alojarse gratis…
…y
eso es exactamente lo que ocurre… Cuando nuestro hombre entra en el bar del
hotel y dice que ha sido Big Joe
quien le ha llevado, de repente, se hace un silencio sepulcral. Nuestro hombre
se asusta: ¡qué habrá dicho! Pero rápidamente, le sirven algo caliente, un
plato de sopa, y le tranquilizan. Y le cuentan la historia de Big Joe. Simplemente, nuestro hombre ha
visto un fantasma…
…el
de un hombre que, tiempo atrás, en una noche parecida, y justo cuando iba a
cruzar ese mismo puente, vio que venía de frente otro vehículo, un autobús
lleno de pasajeros, pero sin control…
…así que, sin dudarlo, optó por girar el volante de su camión y arrojarse al río.
Murió. Y con ello salvó, quizá, a decenas de personas…
…y
desde entonces, en noches como aquella, siempre acaba por entrar en el bar del
hotel alguna persona, un autoestopista, con una moneda de un dólar en la mano,
y contando que quien le ha llevado hasta allí ha sido él: Big Joe…
La
historia, en sí, es muy, muy bonita. Seguramente, está claro, es una invención.
Pero es bonita. A veces, y para algunas personas, es muy reconfortante pensar
que hay algo, una fuerza más allá de nosotros, que nos cuida y que nos protege.
A quien, en definitiva, le importamos.
El
problema es creer que somos nosotros, nosotros mismos, esa fuerza. Creer que
somos Big Joe. Y que tenemos que
salvar al mundo. Es lo que, muchas veces, me pasa a mí, a este Ignacio Bona del
blog; y se me debe notar mucho porque
una amiga me decía, hace bien poco, que tenía que darme una mala noticia: que el mundo iba a seguir
girando aunque yo ya no estuviera en él. Ella, naturalmente, tiene razón…
…pero
el hecho es que, por alguna razón que desconozco, muchas veces quiero ganar el
cariño y la aprobación de los demás a toda costa, haciendo lo que sea, cueste
lo que cueste… Curiosamente, hasta el fondo de pantalla de mi ordenador dice
eso: cogí un fotograma de una película en la que se ve el vestuario de un
equipo de football y al fondo, en
inglés, un cartel con la leyenda: “Whatever
it takes” (“cueste lo que cueste”)…
…y
eso es porque me doy demasiada importancia a mí mismo. No veo el mundo girando
sin mí… Don Juan, el viejo brujo indio que instruía a Carlos Castaneda en las
artes del chamanismo, para forzarle a perder la importancia personal, la
tendencia a creerse el centro del Universo, le hacía estar horas y horas hablándole
a alguna plantita, una cualquiera, una muy pequeñita, la primera que se
tropezaran en alguno de sus paseos por el desierto de Sonora…
…pero
esa, desde luego, es otra historia…
…el
problema de Ignacio Bona es que casi nunca se acuerda de su plantita. Lo único
que quiere es salvar al mundo. Subirse a su camión fantasma y recoger
autoestopistas…
…intentando
siempre, siempre, ganarse a los demás. Corriendo riesgos tremendos,
sacrificando la posición en la empresa, la pareja, todo… Incluso este mismo blog. No deja de ser un reflejo de eso
mismo. Podría escribirlo para mí, y me serviría igualmente de terapia. Pero he
preferido desde el principio que alguien lo lea; y, más allá de eso, que le
guste, que le atrape, que me haga sentir, otra vez, querido y admirado… Hacerme
sentir que vuelvo a ser Big Joe y
este blog es mi camión fantasma…
…y
es que no hay una entrada de este blog,
ni una sola, que no la haya escrito inspirada por alguien, pensando en alguien,
tratando de agradar a alguien… Por eso, Silvia, salen, salían hasta ahora,
tantos personajes, tú misma, y por eso estaban las dedicatorias. Este mismo
párrafo está escrito para ti. Espero que no te importe. No lo puedo evitar.
En
el fondo, supongo que todo esto nos ocurre, en mayor o menor medida, a todos… Porque todos, de alguna manera, nos
resistimos a la idea de que algún día, no muy lejano, ya no estaremos, no
existiremos. Queremos ser importantes, amados y recordados, hacer algo que
perdure, vencer la barrera de la muerte. Como Big Joe…
…pero
no te preocupes, Silvia, que no quiero terminar de un modo tan dramático.
Acuérdate de que estoy tratando de reescribir mi personaje… Así que me bajo de
camión fantasma y, simplemente, dejo que las cosas sucedan. Sin forzarlas. Sin
esperar nada a cambio. Por el sólo placer de hacerlas. Como escribir este blog…
Zaragoza,
julio de 2012.
Para
todos los que, alguna vez, hemos querido ser como Big Joe.
…y
para ella, en el primer día, ojalá, del resto
de su vida profesional.