A ver,
que esto del blog igual no está
saliendo exactamente como esperaba. Y es que al final va a parecer que soy algo
especial, y todo… Y nada más lejos de la realidad. Cuando realmente soy un chico
normal… a veces…
…pero,
eso sí, con un montón de carga, un
montón de miedos, y complejos, y secretos inconfesables...
El
problema, supongo que nos pasa a todos, es que rara vez vemos todos esos
secretos terribles desde fuera, con una cierta distancia, rara vez los vemos
sin esa carga existencial, dramática, de todos nuestros sentimientos asociados
a ellos. Y por eso nos parecen cosas terribles… Supongo…
La
primera noche que pasé con un antiguo amor probé a hacer un ejercicio de
exorcismo de algunos de esos demonios
interiores. Llevaba años ocultando un secreto inconfesable: en su momento,
di con un método infalible para copiar en los exámenes de la carrera. Al
principio, claro, me dio un miedo terrible (¿…y si me pillan…?), a la vez que
estaba la otra preguntita (¿…y si acabo sin tener ni p… idea de cálculo de
estructuras y van y luego es para lo que me contratan...?). Pero, chico,
aquellos fueron unos años terribles desde el punto de vista personal y familiar
y, después de acumular un retraso catastrófico, había que aligerar cuanto antes
y ponerse a trabajar. Así que me puse a ello…
…y
quiero decir “a ello”…
…y,
efectivamente, nunca me pillaron. Y, efectivamente, acabé sin tener ni idea de
cálculo de estructuras y algunas otras cosas más… Aunque, de todas formas, de
no usarlo he acabado por olvidar prácticamente todo. Menos mal que no me hice
neurocirujano y que no se me va a morir ningún paciente en la mesa de
operaciones… Por cierto… ¿cómo era aquello de los polinomios de Taylor?...
Vaya, también se me ha olvidado. Y eso que en cálculo y en álgebra saqué
notable. Y sin copiar…
El
caso es que aquel antiguo amor casi se me ahoga de la risa cuando le explicaba
todo esto… Normal, me había puesto tan serio, y tan dramático, que seguro que
se pensaba que le iba a salir con algún dramón del estilo “estoy divorciado y
mantengo tres hijos”, “tuve mis problemas con las drogas pero ya estoy curado”,
“pasé un tiempo en la cárcel”, etcétera, etcétera… Aquella fue una noche
inolvidable. Ya lo creo que sí. Hay que ser gilipollas…
(…naturalmente,
no voy a contar en este blog cómo lo
hacía, no vaya a ser que… Y, de todas formas, siempre podré decir que esto es
una broma, una licencia literaria…
Mientras no tenga que volver a examinarme… Aún tengo una pesadilla, de vez en
cuando, en la que, en el sueño, aún me quedan asignaturas pendientes de la
carrera y tengo que sacar tiempo para estudiar los exámenes…)
Y
es que el tono de esta entrada del blog
es así, jocoso, de manera deliberada: porque pretendo reírme un poco de mí
mismo, de algunas de esas cosas que se agarran bien adentro cuando eres un
niño; y no un niño cualquiera, sino un niño como yo lo fui, más bien miedoso y
cagoncete… En esto no sé si habré salido más a la familia de mi padre o a la de
mi madre; probablemente ninguna de las dos ramas querrá atribuirse semejante
mérito genético…
Dirán
los del Análisis Transaccional (“AT”
para los finos) que, claro, que en una parte de mí sigo siendo un niño, en mi
caso un niño asustado. Y que hay que hablar con ese niño y explicarle que ya no
hay que tener miedo. Que ya le coge mi padre otra vez de la mano… sólo que esta
vez mi padre ya no es mi padre, sino yo mismo (qué lío)… En fin, que ya ha
pasado el tiempo, y la vida, y afortunadamente hemos desarrollado otros recursos
para enfrentarnos a las cosas. En mi caso, este blog, por ejemplo…
…en
el que puedo mirarme a mí mismo en lo tonto que soy, en lo torpe, en lo
agarrado que tengo ese miedo hasta en los detalles más cotidianos… Y es que de
pequeño todo me daba miedo… ¡Hay que joderse! Hasta jugar al fútbol, con
aquellos balonazos que se pegaban… Con lo que me ha gustado luego… En fin…
El
caso es que me está costando mucho, pero mucho, mucho, pero muchísimo,
perdonarme a mí mismo por todo ello. Coger de la mano al niño asustado.
Perdonarle y no sentirse avergonzado…
…y
dejar de reinventar mi vida, mi pasado, una y otra vez, una y otra vez, hasta
encajarlo en una versión amable, edulcorada, que me gusta más y que dice algo
de mí mismo que es lo que quiero que escuchen los demás, pero que no es
exactamente lo que fue…
…desde
pequeñas cosas sin importancia, pequeños secretos olvidados, hasta algunas de
las cosas más importantes de la vida. Sobre todo, cosas que nunca aprendí, que
nunca hice en su momento. Como ir en bicicleta, que nunca aprendí bien, bien,
del todo. Y ahora sería incapaz de montarme en una (normal que conduzca tan mal
el coche, aunque tenga cuatro ruedas…). O, no te digo nada, lo que tardé en dar
mi primer beso, y algunas otras cosas que se hacen en pareja… Casi pensaba yo
que ya no me llegaba el momento…
Si
me miro a mí mismo ahora, me veo bastante infantil. Puede que hasta esta idea
del blog sea también así, un poco
infantil. Cosas de un niño que trata de llamar, de alguna manera, la atención…
…manejando
el teclado, la palabra, del adulto que está harto de intentar parecer quien no
es, desesperado por tratar de ganar la aprobación y el cariño, casi, de todo el
mundo…
En
este final, igual se me ha ido la mano y me he puesto un poco amargo… Esto
empezó como una comedia y está acabando como un drama. Cuando, en realidad, uno
siempre está a tiempo de reconciliarse con uno mismo, de aceptarse tal como es,
y las cosas tal como sucedieron… Si ya no tengo tanto miedo, y tengo fuerzas
para decir estas cosas en este blog,
igual tampoco estoy tan mal…
…y
si hay que cerrar esa etapa de infancia no terminada de vivir del todo, bastará,
por ejemplo, con comprarse una bicicleta, ¿no? Esta etapa regalada de la vida, esta etapa en Tudela, regalada porque es un auténtico regalo, es perfecta para ello: la
recta interminable de la vía verde,
la antigua vía del ferrocarril entre Tudela y Tarazona (o entre Tarazona y
Tudela, visto con ojos de Tarazona), parece el lugar idóneo para aprender…
…y
es que eso es de lo mejor en lo que podemos emplear el tiempo regalado que nos queda de vida: en no
dejar de aprender…
…eso
sí: el cálculo de estructuras, mejor dejarlo para más adelante. Mucho más
adelante…
Epílogo:
después de todo lo que he contado… Si sumo las horas que he pasado cocinando de verdad en esta vida… Serán más o
menos las mismas que he pasado reunido con el Defensor del Pueblo, que estuve
una vez en la vida, un par de horitas, una foto, y pa’ casa… Así, Susana, ¿cómo
te sorprendes de que no distinga un apio de un puerro? Si, además, ¡el dichoso
puerro estaba debajo de un cartel que decía “apio”! ¡Como para no confundirse!
Que a leer sí que aprendí de verdad… Curiosamente, bastante temprano. Y es que
a eso me enseñó mi abuelo… Pero esa también es otra historia…
Zaragoza,
agosto de 2012.
Para todos los disfrutones del arte de la cocina... Y para todos aquellos que me habéis enseñado a no tener miedo... de vez en cuando...
¿Sabes? Hay una cosa estupenda que a menudo se nos olvida. No es necesario (ni posible, ni deseable) dejar de tener miedo. Lo importante es seguir adelante con tu miedo, o atrás, o pedir ayuda, o... Lo que sea. Seguir viviendo, seguir en la acción. A veces una acción "pequeña": escribir. Otras una acción grande: comprar una bici y salir con ella. No hay acciones buenas o malas. Hay vida-acción (y eso incluye errores y fracasos) y hay algo peor que la muerte: ausencia de vida; parálisis, silencio, inmovilismo, renuncia...
ResponderEliminarTú ahora rezumas vida, tu niño, tu padre y tu adulto (AT...). Así que adelante.
No tengo mucha idea, pero cuando quieras te acompaño a comprar la bici y, sobre todo, a estrenarla!!!!
El miedo… Es una palabra muy grande… Demasiado grande para encerrarla en una respuesta a tu comentario…
Eliminar…porque en realidad lo que quería decir es que gracias por leerme y por dejar tu comentario. Dices cosas muy interesantes…
…y, sí, yo he tomado la decisión de construir mi vida más allá del miedo. No me importa que pueda ser útil o deseable; quiero otra cosa. Otra vida. Esa que es difícil de encerrar con palabras…
…y, por supuesto, me encantará caerme (normal) de mi bicicleta nueva contigo al lado. Procuraré no romperme mi rodilla (casi) nueva, reparada con el loctite mágico de mi amigo David Rey, rey de los fisios... Pero, si ocurre, tampoco pasa nada. Ya haremos otras cosas…
Otra cosa que he descubierto: amo las pequeñas imperfecciones. La perfección es tan aburrida…
Cuídate mucho. Hablamos. A ti, tengo la suerte de poder tenerte a menudo. Más allá del blog… Que, por cierto, ya ves que sigue vivo después de muerto…