Esta
semana que termina he pasado por momentos bien difíciles…Y casi todos con un
denominador común: el trabajo. Pero ninguno tan difícil como escuchar, de una
persona bien cercana, el relato de cómo la habían despedido, de una manera
cruel y despiadada, de su primer gran trabajo, la ilusión de su vida, después
de haberse dejado la piel, y ante la incredulidad de sus compañeros y sus
subordinados…
…así
que se me encogió el corazón al escucharla. Aunque escuchar una historia así lo
lamentarías de cualquiera, si es de una persona a la que quieres, mucho más…
Pero, además, en mi caso, me pareció un déjà
vu increíble, estaba escuchando su historia, con todo el dolor que
expresaba, y me parecía estar escuchando la mía propia…
…aunque
mi amigo Javi Vieites diría que, en cierto sentido, es normal, que tarde o
temprano todos nos tropezamos con la bestia,
con la inhumanidad criminal de las grandes (y no tan grandes) compañías… Él me
recomendó en su día un documental del Canal Odisea, The Corporation, que parte de una premisa muy sencilla: si tomamos
a cualquiera de las grandes compañías que conocemos, las consideramos personas, y como tales les aplicamos un
test normalizado de personalidad (digamos, por tirarnos el folio, un DSM-IV)…
…el
resultado que se obtiene es concluyente: la mayoría de esas grandes
corporaciones son psicópatas. Incapaces de albergar sentimientos humanos (que
no cotizan en Bolsa), preocupadas única y exclusivamente de sus propios
objetivos, y sin el menor remordimiento por destruir a otros, el planeta entero
si hace falta, con tal de conseguirlos…
¿Mi
historia? Igualita exactamente a la
que relataba al principio, a pesar de no ser yo el protagonista. En mi caso, y
como yo soy Ignacio Bona y todo en mi vida parece que tiene que ser exagerado y
grandilocuente, con la siguiente variante: yo pasé por la misma experiencia una
y otra vez, hasta cuatro seguidas…
…naturalmente,
siempre que explico mi curriculum vitae
(o, como dice mi admirado Fernando Savater en sus memorias, mi ridiculum vitae), doy una versión
edulcorada; o sea, que miento como un bellaco.
Sería
interminable relatar cada una de las cuatro historias, con sus circunstancias,
sus detalles, y sus protagonistas… La mayoría de ellos, los que me maltrataron,
no merecen por supuesto ser recordados… aunque confieso que, escribiendo estas
líneas, me ha dado por buscar el nombre de uno de ellos en Internet, y he visto
que, como parte de su política social,
patrocina la Orquesta Sinfónica de su pueblo… Lo que hay que ver…
De
quien sí me acuerdo muchas veces, y a quien dedico este post, es de Ricardo, Ricardo López, la persona que me contrató para
ABX y que fue mi jefe. Ricardo ya no puede leerlo porque murió hace un tiempo,
un par de años quizá. Me llegó a través de algún ex-compañero de ABX que sus
últimos días fueron terribles, aquejado de una enfermedad muy dolorosa; pero,
ante todo, aquejado de grandes remordimientos acerca del modo en que había
conducido gran parte de su vida, sus últimos años…
…quise
mandarle un mensaje, pero ya no llegué a hacerlo. Simplemente para decirle que
estaba bien, que lo soltara, que yo le había perdonado y, en esencia, no le
consideraba una mala persona. Que, sencillamente, le consideraba un hombre
equivocado. Pero que todos, a cada momento, aun en el último trance de nuestras
vidas, podemos cambiar. Tenemos la capacidad de elegir. Aunque la elección sea,
simplemente, cómo vivir ese último minuto de vida.
Yo
estuve con Ricardo algo más de un año. Me contrató de manera sorprendente: fue
un proceso muy rápido, en medio de un tórrido agosto, mientras otros se
tostaban en la playa de vacaciones… Buscaba alguien con una formación sólida,
aunque no tuviera mucha experiencia. Y me encontró a mí…
…durante
la entrevista, me advirtió que el principal obstáculo sería el director general
de la compañía, un alemán algo mayor de apellido Stetter (ese tipo de apellido
alemán que, en el tiempo que permanecí en la compañía, escuché pronunciar en no
menos de veinte formas distintas…). Que el tipo me quería entrevistar también,
una segunda entrevista. Pero que era un tipo oscuro y que me pondría las cosas difíciles…
…el
caso es que el oscuro Stetter me
pareció una persona encantadora… Se me ocurrió preguntarle, al principio de la
entrevista, de qué parte de Alemania procedía, y si era católico o protestante…
y calculo que, a partir de ahí, estaríamos como hora u hora y cuarto hablando
de religión… Ante la cara de estupefacción de Ricardo, por supuesto.
…y
ABX me contrató. Para trabajar como key
account de Logística, mano con mano con Ricardo. Se suponía que Ricardo
tenía que formarme. Se suponía…
…
la realidad fue que tampoco me hizo mucho caso. Más bien, ninguno. Los detalles
del negocio tuve que ir aprendiéndolos por mi cuenta, haciendo un gran
esfuerzo, cometiendo errores, buscando dentro de la compañía a quien pudiera
ayudarme… Después de un año, y de no pocos problemas, bueno, por fin estaba en
condiciones de rendir de verdad en el puesto. Empezaba a generar por mí mismo
buenas oportunidades de negocio para la compañía. En particular, recuerdo
empezar a trabajar en un proyecto que involucraba a Bayer, uno de nuestros
principales clientes…
…y
en ese punto, me despidió. Estaba trabajando en mi ordenador. Me ausenté 10 ó
15 minutos de mi mesa. No recuerdo qué fui a hacer. Volví. Vi que mi sesión de
red había expirado. Me pareció un poco raro. Intenté volver a entrar, pero no
reconocía la contraseña. Descolgué el teléfono para comunicar la incidencia a
Sistemas. Y ocurrió. Recibí un mensaje lacónico: “pasa, por favor, a hablar con
el departamento de Recursos Humanos”…
Por
fin, hablé con Ricardo. Me dijo que mi rendimiento estaba por debajo de lo que
él esperaba. Y que lamentaba el incidente del ordenador, pero que en estos
casos se actuaba así. Por seguridad. Que un trabajador despedido, pero con
acceso al ordenador, podía tratar de hacer cualquier locura y causarse un grave
perjuicio a él y a la compañía…
…y
entonces hablé yo. Empecé lamentando que mi rendimiento hubiera estado por
debajo de su expectativa. Pero que, sobre todo, lamentaba que no me conociera
como persona… Porque de haberme conocido sabría que, con un pequeño empujón,
habría podido llegar donde hubiera querido. Donde hubiera querido…
…pero
que había que aceptar la situación. Le dije que, a partir de ese momento,
estaba en posición de: uno, necesitar mucha ayuda; y, dos, ponerme a trabajar
de inmediato. Y que él era la primera persona, y la más importante, a la que
solicitar ayuda. Le pregunté si podía dedicarme treinta minutos a elaborar un
pequeño plan de marketing personal para orientar los siguientes pasos en mi
búsqueda de empleo…
…y
entonces, sucedió. Por la expresión de su cara, me di cuenta perfectamente de
cómo le resonaron mis palabras, de cómo le habían llegado, de cómo, aquel
hombre vanidoso, pagado de sí mismo y de ego insuperable, se dio cuenta de que,
quizá, se había equivocado. De que estaba muy equivocado…
…pero
su ego no le permitió dar marcha atrás, ponerse en evidencia delante de toda la
empresa y reconocer que aquello no tenía sentido, que el fracaso de Ignacio
Bona, en realidad, era el fracaso de Ricardo López…
…y
aquello le costó a Ricardo el puesto, poco después. También le dijeron que su
rendimiento estaba lejos de la expectativa. También le cortaron el acceso a la red
y el teléfono. Ignoro si Ricardo pidió ayuda a Stetter igual que lo hice yo…
…aunque
me temo que no. Por cierto, que Ricardo me dio dos o tres buenas indicaciones
de cara al siguiente trabajo. Llamó personalmente a varias personas hablándoles
de mí y tratando de persuadirles de que me contrataran. Al final, no funcionó
para el empleo. Pero sí funcionó para algo más importante: le perdoné. Jamás le
guardé rencor. Y mi paso por ABX fue muy importante en mi vida. Aun conservo
alguno de mis mejores amigos de aquella época…
Lamento
que este post haya salido un poco
largo. Mi carrera ha sido tortuosa y llena de tropiezos… Ahora estoy feliz de
seguir trabajando, lejos de Barcelona, lejos de la logística… En una empresa
que sufre de los mismos problemas, contradicciones y que se cuida tan poco de
la gente como las demás que han salido aquí…
…de
hecho, la semana pasada ha anunciado el cierre de una fábrica, en Medina del
Campo. Llevo días intentando escribir algo para mis compañeros, para mi
entrañable Lorenzo González y todo su equipo, con los que trabajé codo con codo
durante meses. El final de este post,
necesariamente, tiene que ser para vosotros. Para enviaros un gran abrazo. Y
para deciros que, pase lo que pase, me tendréis a vuestro lado. La empresa, the corporation, puede romperos el
corazón; las personas que trabajamos con vosotros y que os queremos, jamás.
Zaragoza,
mayo de 2012.
Para
Ricardo López, in memoriam.
Para
Lorenzo González, uno de los mejores profesionales españoles de la industria
eólica, y todo el equipo de Gamesa (ex-Made) en Medina del Campo.
...y para ella, que inspiró el comienzo de la historia.