Le
decía a Marta, nuestra Marta “gesto y voz”, que esto del Facebook no es para
mí. Que bien, que muchas gracias por crear mi página, y mucho más por poner esa
maravillosa foto mía, bañado por el sol de la tarde. Pero que no es para mí.
Que yo necesito más espacio para expresarme, qué se yo, dos, cuatro, diez
folios. Que a mí se me desbordan las ideas y las cosas que decir…
…pero
ahora quiero escribirte algo a ti. Y casi me bastaría con ese primer mensaje
colgado en el Facebook: simplemente para decirte que te quiero mucho. Que para
mí eres como mi hermano. Mi hermano pequeño, por la edad; pero mi hermano
mayor, mucho más mayor, por tantas y tantas cosas que me aportas y de las que
aprendo un poco cada día…
…así
que casi, casi, resumiría lo que te quiero decir en un párrafo, ese párrafo.
Todo lo demás es para subrayar lo mucho que te quiero y lo diferente que es mi
vida gracias a que te conocí. Diferente por mucho mejor. Infinitamente mejor.
Me
decía nuestra Susana, la chica más guapa de Lituénigo, que, bueno, que ella
también te quiere mucho; pero que, en realidad, tampoco ha pasado tanto tiempo
contigo… Y yo lo pienso y me pasa lo mismo. Que no, que no he pasado tanto
tiempo contigo. Es cierto que el tiempo pasa muy rápido y que, a veces, apenas
nos percatamos de lo vivido. Pero, en nuestro caso, yo creo que, simplemente,
tú te haces querer muy rápido, al primer vistazo, al primer instante, al primer
abrazo “a lo Marcio Marcos”… Y, además, el tiempo vivido contigo, poco o mucho,
ha tenido un impacto decisivo en mi vida, no soy ni mucho menos la misma
persona que te quiso al primer instante: hoy soy mucho mejor. Y, en parte, en
una parte importante, gracias a ti…
…y
ahora nos queda el reto por delante de continuar nuestra vida, no sin ti,
porque seguirás formando parte de ella; pero sí sin tu presencia cotidiana, sin
coger el coche para acudir a “Melrose Place Valdefierro” a improvisar una
barbacoa, sin descolgar el teléfono un viernes cualquiera sabiendo que voy a
poder estar contigo, que estés con quien estés, nunca me sentiré extraño.
Porque tú lo das todo pero, sobre todo, lo más valioso que tienes: tu tiempo.
Me veo próximamente como nuestro Carlos Lemus: hecho un “tecno-Lemus”, un
yonqui de los teléfonos inteligentes, intentando que la distancia entre Sao
Paulo y mi casa sea nada, un suspiro. Que, a cambio de no tener tu presencia,
tu abrazo, al menos pueda tener tu palabra. Tu palabra inmediata. Tu tiempo.
Como siempre.
…y
es que aún no te has ido y ya siento el deseo irrefrenable de llenar ese
espacio que dejas, de visitarte en Brasil, de hablar tu lengua, el portugués…
Igual que nuestra Silvita se vio a sí misma hablando en alemán, o en griego, y
viviendo en tierras extrañas, así empiezo a sentirme yo, extraño en mi propia
tierra, con ganas de zarpar… Brasil y su megolópolis, Sao Paulo, siempre me han
parecido una tierra descomunal, enorme, aterradora para un tipo tan miedoso
como yo, que le cuesta hasta ir marcha atrás en su propio coche… Pero estoy
seguro de que contigo se hará mucho más pequeña, mucho más facilona, una
experiencia encantadora e inolvidable…
…porque
si en algo envidio a nuestro Miguel Ángel, nuestro samurai, no es que haya robado el corazón de un ángel moreno de
nombre vasco escrito en español… Es por el tiempo vivido contigo, esa
experiencia del Camino de Santiago, la oportunidad de compartir unos momentos
inolvidables. Si algo me queda por hacer en esta vida, diría que es algo así…
Y, si me dan la oportunidad de elegir, como hizo nuestro Miguel Ángel, elegiría
vivirlo contigo…
…igual
que en mi foto del Facebook los últimos rayos del sol de la tarde van cayendo, este breve texto, este homenaje, va tocando a su final. Y ese final
exige escribir una despedida resonante, brillante. Es difícil pensar una. Quizá
sea mejor tomar una prestada del cine, de “Bailando con lobos”, cuando el
personaje de Kevin Costner se despide de la tribu con la que convivía… Y su
mejor amigo, un indio llamado “Cabello al viento”, le sale al paso para
despedirse diciendo: “no ves que siempre seré tu hermano?”… Así, Marcio, mi
despedida no puede ser otra que decir: vayas donde vayas, camines por donde
camines, yo siempre seré tu hermano. “Eu sempre serei seu irmão”, “eu sempre
serei seu irmão”…
Te
quiero. Cuídate mucho. Un abrazo y hasta Sao Paulo!
Para
Marcio, “meu irmão”, mi hermano.
Zaragoza,
mayo de 2012
Metáfora
poderosa para un epílogo: mi casa en Zaragoza. Fue tuya. Y siempre lo será.
Querría decir tantas cosas, maño, que mejor "me callo" y disfruto de tus palabras. Gracias por compartirlas, me sigo emocionado cuando las leo...
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