Nos
abordó de repente. Estábamos parados de pie, junto a las casetas del Mercadillo
Medieval, disfrutando de una maravillosa noche de mitad de junio en Zaragoza…
…yo
apenas me di cuenta cuando llegó. Para cuando lo hice, se había abierto un
hueco en nuestro círculo y nos hablaba a todos. Había tomado la palabra…
…primero
me llamó mucho la atención su aspecto: enjuto, huesudo, sin un átomo de grasa.
Con la cabeza afeitada y muy, muy moreno. Y un aspecto, digamos, informal… pero
tampoco muy estrafalario…
…después
me fijé en su mirada, intensa, convencida de lo que estaba haciendo y de lo que
decía. Y pensé en el valor tan grande que hay que tener para abordar a la gente
por la calle así, a puerta fría… Y
nada menos que para hablar de la vida, el amor y su relación con el cosmos…
…casi
nada…
Al
principió pensé que el pobre estaba chiflado. Pero algo me hizo cambiar
rápidamente de opinión: aparte de que lo que decía tenía realmente sentido, el tipo había logrado prácticamente hipnotizar a
nuestro Ommael particular, nuestro
Miguel Ángel, que le seguía atentamente y asentía cada cosa que el otro Ommael,
el verdadero, decía…
…una
vez captada nuestra atención, una vez que tenía un público entregado a su
discurso sobre el amor universal y la búsqueda de la perfección espiritual,
vino el verdadero golpe de efecto: la Astrología…
…resulta
que el tipo llevaba preparadas no sé cuántas fichas, perfectamente
clasificadas, con los distintos signos zodiacales… Nos preguntó a cada uno
nuestro signo y, en un ritual perfectamente estudiado, nos mencionó las
características de cómo pensaba que éramos en base a nuestro signo… Unos
estuvimos más y otros menos de acuerdo… Pero ya nos tenía en el bolsillo…
…y
el juego continuó con un segundo signo para cada uno, el ascendente le llamó, basado en el día y hora concreta de nuestro
nacimiento… Ommael venía preparado con una tabla donde se resumía toda esa
información…
…y
aprendimos algo de Astrología: el primer signo, el nuestro, se supone que
responde al modo en que somos en nuestro interior; y el segundo, el ascendente,
el del día y la hora, responde al modo en que vamos a relacionarnos con los
demás…
Debo
confesar que nunca me ha interesado la Astrología. Ni lo más mínimo. Siempre lo
he considerado un montón de supercherías y memeces sin la menor base
científica. Pero como lo cortés no quita
lo valiente…
…pues
eso, que tengo ahora mismo delante las dos hojitas que me entregó Ommael. En mi
caso, Leo para mi signo “interior” y Virgo para el “exterior”. Y, la verdad,
para mi asombro, no puedo estar más de acuerdo en muchas de las cosas que aquí
se dicen. Quizá no todas. Pero lo importante, sí. Desde luego que sí.
He
estado en terapia dos veces en mi vida, muy próximas entre sí, tratando de
salvar la relación de pareja que viví por casi cinco años. La que fue mi
compañera tenía dos puntos de insatisfacción profunda conmigo. Decía, por un
lado, que me dedicaba demasiado al trabajo y demasiado poco a ella; y, por
otro, que miraba a todas las mujeres…
…y
para mi estupefacción plena, esos son los dos papelitos que me regaló Ommael,
que no me conocía de nada, que simplemente me abordó por la calle en una cálida
noche de junio… Virgo: “demasiado perfeccionismo y demasiadas ocupaciones.
Adicción al trabajo”… Leo: “donjuanismo, inclinación a los halagos. Tendencia a
flirtear”…
He
de reconocer que este episodio con Ommael me causó un impacto serio. Profundo.
Incluso este mismo blog podría estar
en el catálogo de cosillas que se
decían sobre Leo: “egocentrismo, vanidad, presunción”…
Me
cuesta trabajo, después de toda una vida de negación, echarme ahora en brazos
de la Astrología… Creo, más bien, que voy a seguir teniéndola en cuarentena. Pero hay una cosa que me
ha regalado Ommael: una terapia exprés y, además, gratuita…
…porque
esa es otra cosa que nos maravilló de él: no quería nuestro dinero. Tan sólo
nuestro tiempo…
El
mejor pago, el mejor homenaje que puedo hacerle es utilizar esas mismas
hojitas, sus hojitas. Para cambiar mi personaje. Y encontrar el punto en que
pueda vivir con dedicación a mi trabajo, sin lastimar los otros ámbitos de mi
vida; y pueda expresarme de un modo cariñoso y cercano, particularmente con las
mujeres, sin resultar excesivo…
…y,
además, hacerlo de un modo natural. Fluido. Casi nada…
…que,
por cierto: en el fondo de mi corazón, debo reconocer que no hay nada de esto,
más allá de los signos y la Astrología, que yo no supiera antes… Pero
necesitaba que alguien me lo recordara… Lo que de verdad no podía ni imaginarme
es que ese alguien sería él: Ommael…
Ya,
cuando nos íbamos, Virginia reconoció a Ommael… era el personaje que, quince
días antes, en un concierto de Timbalao, la banda zaragozana de batucada, bailaba sin control justo
detrás de nosotros…
Zaragoza,
junio de 2012.
Para
Ommael, el verdadero, y nuestro
Ommael, Miguel Ángel. Ojalá tanto el uno como el otro consigáis todos vuestros
sueños…
Una entrada que me deja sin palabras ...
ResponderEliminarMe encanta este post!! Os había escuchado hablar de Ommael, pero ahora he sentido lo que sentiste... Habrá que seguir comentándolo!!!
ResponderEliminarBuenas! Ayer tuvo lugar la misma escena entre mi círculo de amigas y nos entretuvo mucho, nos hizo lo mismo, la gente se mete mucho con el sobre que da la chapa pero a mi me parece un hombre muy valiente que hace lo que realmente quiere y le gusta, además de hacernos pasar un buen rato, a mi personalmente me alegro la tarde.
ResponderEliminarHola, Andrea. Muchísimas gracias por comentar el blog... y por compartir el placer de habernos cruzado, un ratito en la vida, con Ommael.
EliminarYo también pienso que es alguien muy, muy valiente. Y que se alimenta de los buenos sentimientos que despierta, de cuando en cuando, en personas como tú. O como yo. Tengo la ilusión de que mi blog sea un poco así... Por eso te agradezco infinitamente el comentario.
Cuídate mucho. Yo también he visitado el tuyo, con el texto a tu padre, y está precioso. Hasta pronto (espero). Nacho.