No
podía tardar mucho más. Era difícil esperar que, en este ejercicio megalomaníaco, que es como mi amigo
Eduardo Hernández define este blog,
pasara mucho más tiempo sin una referencia cinematográfica, sin que se colara
alguna película, algún pasaje, alguna imagen. Y ese día ha llegado. Ese día es
hoy…
…y
lo hace de la mano de él, de Pacino. Ha ocurrido por pura casualidad. Pero hay
una de sus escenas, un monólogo, que la revivo una y otra vez, una y otra vez,
en la vida. Es algo asombroso. Ni siquiera es una de sus grandes actuaciones.
De hecho, es una película bastante vulgar. En España se estrenó como “Un
domingo cualquiera”. Y gira alrededor del fútbol americano. Ese deporte brutal e
incomprensible para casi todos…
Al
margen del tema de la película, un rollo para la mayoría -también para mí-,
resulta que contiene una joya en su interior: un monólogo de Pacino en forma de
arenga a sus jugadores (el tipo interpreta la figura del entrenador). Y os
aseguro que no es nada ni parecido a lo que uno esperaría…
…en el fútbol, como en la vida, el
margen de error es tan pequeño…
Lo
estoy traduciendo sobre la marcha… Lo he escuchado tantas y tantas veces en
versión original, que ya no sé cómo suena en español…
…quiero decir, medio paso más tarde, o
más pronto, y ya no lo consigues…
¡Cuántas
veces no he llegado medio paso más tarde en la vida! ¡Cuántas veces! Medio paso
más pronto, casi nunca…
…medio segundo más lento, o más rápido,
y ya no la atrapas…
Medio
segundo más lento. Medio paso más tarde. Tantas cosas en la vida separadas por
una línea tan, tan fina… La línea, qué se yo, entre lo simpático, y lo grosero;
entre lo gracioso, y lo grotesco; entre lo atrevido, y lo ridículo… O, como me
ha pasado a mí esta semana: entre expresar mis sentimientos de un modo
elegante, y hacer sentir halagada a la otra persona, y hacerlo de un modo
excesivo, y avasallarla…
…y
es que este blog ha tenido una
entrada fantasma (“Venezolmaños”), retirada después de que la persona a la que
principalmente iba dirigido se ha sentido lastimada en sus sentimientos…
Y
tampoco he querido entrar en muchas explicaciones. Borrado, y listo. Como
cuando cuentas un chiste y no hace gracia (qué terrorífica experiencia…). Mejor
no ponerte a explicarlo…
…total,
que he pasado unos días de perros... Yo la he querido, la quiero, mucho. Nada
más lejos de mi intención que lastimarla. Tampoco he dicho nada que, de
corazón, no sintiera, ni que pensara que fuera ofensivo en ningún sentido…
Pero
todo eso, desde mi punto de vista. Cuando el que cuenta de verdad, y solamente,
es el suyo. Lo que decíamos: medio paso más tarde; medio segundo más lento; un
pelín más sincero… Y bum! Chocas de bruces con la realidad. Siempre es más
rápida y más fuerte que tú…
Menos
mal que al final, como casi siempre en la vida, me ha rescatado alguien,
alguien que te aprecia de veras. En este caso, probablemente mi amigo más
reciente, amigo también de Marcio, José María Ramón. Resulta que le hablé del blog…
(…sí,
Eduardo, sí, le hablé del blog. Sigo
siendo el mismo presuntuoso y megalomaníaco
que decíamos al principio…)
…el
caso es que me llamó. Justo cuando más dolido estaba por lo que había pasado.
Para decirme que me había leído, estas tres o cuatro entradas. Y que le habían
encantado. Sobre todo, la de Marcio…
…y
que siguiera escribiendo. Que no había que dejarlo.
Y
no, no lo voy a dejar. Está claro que este es un medio nuevo, un lenguaje
nuevo, recién estoy dando los primeros pasos… Y mira, he tropezado. Me he
caído. Y me he hecho daño, la verdad. Pero me levanto y sigo para adelante.
Tratando de aprender del error cometido. “Hay que cometer errores… pero errores
nuevos. Solamente el que no hace nada está libre de cometer errores… Pero
cometer una y otra vez los mismos errores, es de gilipollas…”.
El
entrecomillado es mío, Eduardo. El mismo megalomaníaco,
encima, se cita a sí mismo… Esto lo solía decir cuando dirigía Peralta, cuando
tenía quien me escuchara. También ella lo hacía…
…al
final, aunque de un modo un poco extraño, va a ser una suerte lo que ha pasado.
Las situaciones difíciles, los desencuentros, los conflictos, son las que
marcan el carácter. Las que te permiten conocerte a ti mismo. Y las que te
permiten conocer a los demás…
…así
que mi única despedida posible es: lo lamento mucho. Acepta mi disculpa.
…a medida que envejeces, en la vida,
pierdes algunas cosas. Es parte de la propia vida. Pero sólo aprendes, realmente,
cuando empiezas a perder esas cosas…
Espero
que tú no seas algo de lo que yo he perdido. Lo deseo de veras.
Zaragoza,
junio de 2012.
Se
lo dedico a ella, a ella y a su familia, que la quiero un montón, que he
tratado de ayudarla y disfrutar de nuestra amistad, sin ninguna doble intención,
durante todo este tiempo.
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