viernes, 8 de junio de 2012

Pacino



No podía tardar mucho más. Era difícil esperar que, en este ejercicio megalomaníaco, que es como mi amigo Eduardo Hernández define este blog, pasara mucho más tiempo sin una referencia cinematográfica, sin que se colara alguna película, algún pasaje, alguna imagen. Y ese día ha llegado. Ese día es hoy…

…y lo hace de la mano de él, de Pacino. Ha ocurrido por pura casualidad. Pero hay una de sus escenas, un monólogo, que la revivo una y otra vez, una y otra vez, en la vida. Es algo asombroso. Ni siquiera es una de sus grandes actuaciones. De hecho, es una película bastante vulgar. En España se estrenó como “Un domingo cualquiera”. Y gira alrededor del fútbol americano. Ese deporte brutal e incomprensible para casi todos…

Al margen del tema de la película, un rollo para la mayoría -también para mí-, resulta que contiene una joya en su interior: un monólogo de Pacino en forma de arenga a sus jugadores (el tipo interpreta la figura del entrenador). Y os aseguro que no es nada ni parecido a lo que uno esperaría…

…en el fútbol, como en la vida, el margen de error es tan pequeño…

Lo estoy traduciendo sobre la marcha… Lo he escuchado tantas y tantas veces en versión original, que ya no sé cómo suena en español…

…quiero decir, medio paso más tarde, o más pronto, y ya no lo consigues…

¡Cuántas veces no he llegado medio paso más tarde en la vida! ¡Cuántas veces! Medio paso más pronto, casi nunca…

…medio segundo más lento, o más rápido, y ya no la atrapas…

Medio segundo más lento. Medio paso más tarde. Tantas cosas en la vida separadas por una línea tan, tan fina… La línea, qué se yo, entre lo simpático, y lo grosero; entre lo gracioso, y lo grotesco; entre lo atrevido, y lo ridículo… O, como me ha pasado a mí esta semana: entre expresar mis sentimientos de un modo elegante, y hacer sentir halagada a la otra persona, y hacerlo de un modo excesivo, y avasallarla…

…y es que este blog ha tenido una entrada fantasma (“Venezolmaños”), retirada después de que la persona a la que principalmente iba dirigido se ha sentido lastimada en sus sentimientos…

Y tampoco he querido entrar en muchas explicaciones. Borrado, y listo. Como cuando cuentas un chiste y no hace gracia (qué terrorífica experiencia…). Mejor no ponerte a explicarlo…

…total, que he pasado unos días de perros... Yo la he querido, la quiero, mucho. Nada más lejos de mi intención que lastimarla. Tampoco he dicho nada que, de corazón, no sintiera, ni que pensara que fuera ofensivo en ningún sentido…

Pero todo eso, desde mi punto de vista. Cuando el que cuenta de verdad, y solamente, es el suyo. Lo que decíamos: medio paso más tarde; medio segundo más lento; un pelín más sincero… Y bum! Chocas de bruces con la realidad. Siempre es más rápida y más fuerte que tú…

Menos mal que al final, como casi siempre en la vida, me ha rescatado alguien, alguien que te aprecia de veras. En este caso, probablemente mi amigo más reciente, amigo también de Marcio, José María Ramón. Resulta que le hablé del blog

(…sí, Eduardo, sí, le hablé del blog. Sigo siendo el mismo presuntuoso y megalomaníaco que decíamos al principio…)

…el caso es que me llamó. Justo cuando más dolido estaba por lo que había pasado. Para decirme que me había leído, estas tres o cuatro entradas. Y que le habían encantado. Sobre todo, la de Marcio…

…y que siguiera escribiendo. Que no había que dejarlo.

Y no, no lo voy a dejar. Está claro que este es un medio nuevo, un lenguaje nuevo, recién estoy dando los primeros pasos… Y mira, he tropezado. Me he caído. Y me he hecho daño, la verdad. Pero me levanto y sigo para adelante. Tratando de aprender del error cometido. “Hay que cometer errores… pero errores nuevos. Solamente el que no hace nada está libre de cometer errores… Pero cometer una y otra vez los mismos errores, es de gilipollas…”.

El entrecomillado es mío, Eduardo. El mismo megalomaníaco, encima, se cita a sí mismo… Esto lo solía decir cuando dirigía Peralta, cuando tenía quien me escuchara. También ella lo hacía…

…al final, aunque de un modo un poco extraño, va a ser una suerte lo que ha pasado. Las situaciones difíciles, los desencuentros, los conflictos, son las que marcan el carácter. Las que te permiten conocerte a ti mismo. Y las que te permiten conocer a los demás…

…así que mi única despedida posible es: lo lamento mucho. Acepta mi disculpa.

…a medida que envejeces, en la vida, pierdes algunas cosas. Es parte de la propia vida. Pero sólo aprendes, realmente, cuando empiezas a perder esas cosas…

Espero que tú no seas algo de lo que yo he perdido. Lo deseo de veras.


Zaragoza, junio de 2012.
Se lo dedico a ella, a ella y a su familia, que la quiero un montón, que he tratado de ayudarla y disfrutar de nuestra amistad, sin ninguna doble intención, durante todo este tiempo.

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