sábado, 4 de agosto de 2012

So far away – Epílogo (…el final del blog)




Lo vi claro mientras escribía la entrada de ayer: esto del blog requiere de un punto final. Éste. Esta entrada de hoy. Es un día especial: justo cuarenta y tres años desde que nací…

…así que me apetecía hacerme un regalo: el final del blog

¿Por qué? Bueno, igual no es fácil de explicar. Pero siento que estoy utilizando esto para varias cosas que no me gustan. La primera: para llamar la atención y recibir desesperadamente cariño, aprobación… Esto no es exactamente como escribir un libro. Esto va, entrada a entrada, notificación a notificación del dichoso Fcbk, dirigido específicamente a que alguien me diga: “qué bien, Nacho. Cuánto me gustó lo que escribiste”… “Qué bien escribes”… “Qué valiente eres con lo que dices”… Etcétera, etcétera.

Y no. Eso NO lo quiero.

Además, veo que esta es una vía de expresar sentimientos en un canal que no es el adecuado. Lennys tenía razón. Siento mucho haberte lastimado. ¿En qué estaría yo pensando?

Evidentemente, tiene sus cosas buenas. Muy buenas. Compartir una mirada sobre uno mismo, y sobre determinadas cosas, hace que muchas personas te devuelvan su propia opinión. Y eso me ha enriquecido mucho. Muchísimo.

Así que habrá que decir: estuvo bien mientras duró. Tuvo su momento. Sirvió para despedir a Marcio de un modo nuevo y sorprendente. Y para compartir algo de lo que llevo dentro…

...aunque es mucho, mucho más lo que se queda en el tintero. Pero así debe ser. Ni más ni menos.

Esta última entrada, bueno, forzosamente tiene que ser especial. Una cosa que me molesta es que he dedicado algunas entradas a personas que han sido importantes en mi vida… mientras otras, quizá las más importantes, las he dejado fuera. ¿Por qué? Pues porque me ha sido más fácil evitar escribir sobre ello. Lo que decía: mucho más fácil buscar la aprobación facilona con otras cosas…

…por eso la foto que encabeza esta entrada es la de mi madre. Había pensado dedicarle una entrada con su nombre, que también es un sustantivo: “adoración”. Naturalmente, es lo que sentía por ella. Normal: por la foto, en la que está conmigo, se ve claro que me tenía bien alimentado…

Mi madre ya no puede leer esta entrada, ni ninguna otra. Jamás le he dedicado nada escrito, ni casi dicho, desde que murió. Hasta ahora, me ha resultado demasiado doloroso. No solamente por perderla a ella, sino porque es el recuerdo de una época negra, destrozado emocionalmente y con mi familia completamente arruinada… Pero, sobre todo, porque no me perdono a mí mismo haber sido tan, tan niño, haber dado una respuesta tan infantil en aquella época. Me hubiera gustado poder decir: apreté los dientes, afronté las cosas y salí adelante. Pero no. Era un niño y desaproveché la gran ocasión de mi vida para convertirme en un adulto. Así de claro. Dudo si a día de hoy lo he conseguido. Echando un vistazo a esto del blog, diría que quizá no mucho…

Hace poco conocí a alguien que también había perdido a su madre. Más o menos a la misma edad que yo. Y en unas condiciones igual de difíciles (o más) que las mías, en una situación límite… Sólo que ella dio, tal como me explicó, exactamente la respuesta contraria a la mía, se remangó, abandonó parte de la vida que tenía y sacó a su familia adelante. Lamentablemente, yo no puedo contar eso, aunque es lo que me habría gustado…

…desde que la conocí, no dejo de pensar en ello. Deseo con todas mis fuerzas que la vida le recompense. Lo deseo de verdad.

Tampoco ha salido mi padre, hasta ahora, en este blog. Ni le he pasado el enlace, ni he permitido que lea nada de esto… En parte, porque pretendía materializar una idea, quizá poco viable, de convertir estos retazos en un libro de verdad, físico y tangible, y regalárselo un día. Permitir que lo leyera todo de golpe. Lo malo… Hasta convertir esto en un libro, habrían tenido que pasar dos años. Y probablemente decir muchas tonterías. Si en la vida hay que ser flexible, ésta es la mejor decisión: dejarlo aquí, permitir que lo lea, darle el pequeño disgusto de que el sobresaliente en cálculo de estructuras igual no fue tan “sobresaliente”… Y hablar un poco, quizá, sobre todo esto. Que es lo mejor que se puede hacer con un padre.

Hace poco compartí con él un viaje a Asturias. Nada, no fueron más que dos o tres días. Pero me gustó pasar tiempo con él y escucharle. Ya se va haciendo mayor y no sé por cuánto tiempo podremos seguir haciendo estas cosas. Día que pasa no se recupera. Hay que aprovecharlos todos. Esa foto está tomada en Tielve. Poco antes de probar, y traernos, un delicioso cabrales



De todo lo que me contó mi padre, quizá lo que más me gustó fue oír cómo habla de mi madre. Su historia de amor. No es porque sean mis padres, pero es una historia de amor preciosa... Mi padre, atormentado por un defecto físico de nacimiento, con su autoestima como hombre bajo cero… acabó casado con una chica guapa de verdad. Por el camino tuvo que darse el milagro de que ella no tuviera clara la vocación, dudaba incluso si meterse monja… Por suerte para mí, acabó decidiendo lo que se ve en la foto de cabecera…

…así que está claro: es puro milagro que yo esté aquí ahora mismo, escribiendo este blog, disfrutando de este cuatro de agosto (como la calle del Tubo paralela al Coso) cuarenta y tres años después…

En cuanto a mis amores… Alguno ya ha salido en el blog. He tenido la suerte de que elegí a dos de ellos para una entrada que a mí me parece muy bonita, la que se titulaba “Lágrimas de chocolate”… Y a las dos les gustó, y me devolvieron mensajes de vuelta… La parte bonita del blog

Y también he nombrado varias veces a Mª José. Ella también ha sido muy importante en mi vida. Pero, lamentablemente, nuestros caminos tienen, forzosamente, que caminar alejados. No puede ser de otra manera. Si no, no dejamos espacio para que entren otras personas en nuestras vidas. Está bien recordar que nos quisimos mucho y fuimos felices; pero sin olvidar, también, que nos hicimos daño, mucho, y que, al final, fue una buena idea poner punto final a la pareja. Lo mismo que le pasa a este blog

Hablando de mis padres, una vez leí, de manera furtiva, un escrito de mi madre, una especie de diario. En él explicaba qué es lo que había visto en mi padre: simplemente, el deseo, las ganas, de amarla. Diría que lo consiguió. Una de mis grandes ilusiones en la vida es que alguien, una mujer, pueda escribir algún día algo como eso… pero hablando de mí…

Y, bueno, que tenía pensadas otras cien mil historias para contar, cien mil batallitas, cien mil personas a las que ir dedicando nuevas entradas. Algunas las tenía pensadas hasta con el título... A lo largo de estos años, son muchos los amigos, las personas entrañables, que me han ido acompañando en el camino… Intentar nombrarlas a todas sería una idiotez. Mejor me preocupo, si realmente me importan, de estar con ellas, de llamarlas, de estar cercano y no dejarlas por tanto tiempo…

…y pensar si, todo ello, no será parte de eso mismo que trato de evitar “matando” este blog: si no he pasado años, toda la vida, esclavo de tratar de ganar a toda costa el cariño y la aprobación de los demás…

…y quizá por eso se expliquen muchas de las cosas que hago, quizá por eso la experiencia de gerente de planta, en Peralta, fue tan extraordinaria en algunos aspectos, pero tan poco convencional y convincente en otros…

…y quizá por eso tenga que pensar en nuevo modo de relacionarme y repensar mi vida. “Reescribir mi personaje”, como le decía a mi amiga Silvia.

Ahora… Ahora toca hacer cosas nuevas. Toca mudarme a Valdefierro de una p… vez. Toca dedicarle tiempo a varios proyectos muy, muy interesantes que tengo en mi cabeza, y que se están empezando a materializar. Toca hacer excursiones, y barbacoas, y disfrutar de la amistad de las personas que, ahora mismo, tengo más cercanas…

…y está ella. Diría muchas cosas pero, entonces, estaría volviendo atrás en lo que he dicho al principio: que esto del blog no sirve para eso. Mejor la busco y le digo lo que siento. Que es mucho. Pero a ella. A ella solita…

Lo que sí quiero decir, gritar, como despedida: ¡qué maravilloso estar vivo, ilusionado, probar cosas nuevas…! Y equivocarse. La vida es equivocarse y afrontarlo…

…como confundir un apio con un puerro…

…y perdonarse y amarse a uno mismo. Si no, ¿de dónde vamos a sacar las fuerzas para perdonar y amar a los demás?

Now that we’re here, so far away/
and I feel I can face the day/
I can forgive, and I’m not ashamed/
to be the person that I’m today.

(Ahora que estamos aquí, tan lejos/
y que siento que pudo afrontar el día/
puedo perdonar, y no estoy avergonzando/
de ser hoy la persona que soy)

Staind, So far away, 2003.
(…yo la descubrí como parte de la banda sonora de la película “Friday Night Lights”. Parece escrita para mí…)


Zaragoza, 4 de agosto de 2012.
Dedicado… a todos los que habéis tenido la paciencia de leerme estos meses.
…hasta siempre!

viernes, 3 de agosto de 2012

¿Puerro o apio? (...de niños miedosos que no montan en bici)


A ver, que esto del blog igual no está saliendo exactamente como esperaba. Y es que al final va a parecer que soy algo especial, y todo… Y nada más lejos de la realidad. Cuando realmente soy un chico normal… a veces…

…pero, eso sí, con un montón de carga, un montón de miedos, y complejos, y secretos inconfesables...

El problema, supongo que nos pasa a todos, es que rara vez vemos todos esos secretos terribles desde fuera, con una cierta distancia, rara vez los vemos sin esa carga existencial, dramática, de todos nuestros sentimientos asociados a ellos. Y por eso nos parecen cosas terribles… Supongo…

La primera noche que pasé con un antiguo amor probé a hacer un ejercicio de exorcismo de algunos de esos demonios interiores. Llevaba años ocultando un secreto inconfesable: en su momento, di con un método infalible para copiar en los exámenes de la carrera. Al principio, claro, me dio un miedo terrible (¿…y si me pillan…?), a la vez que estaba la otra preguntita (¿…y si acabo sin tener ni p… idea de cálculo de estructuras y van y luego es para lo que me contratan...?). Pero, chico, aquellos fueron unos años terribles desde el punto de vista personal y familiar y, después de acumular un retraso catastrófico, había que aligerar cuanto antes y ponerse a trabajar. Así que me puse a ello…

…y quiero decir “a ello”…

…y, efectivamente, nunca me pillaron. Y, efectivamente, acabé sin tener ni idea de cálculo de estructuras y algunas otras cosas más… Aunque, de todas formas, de no usarlo he acabado por olvidar prácticamente todo. Menos mal que no me hice neurocirujano y que no se me va a morir ningún paciente en la mesa de operaciones… Por cierto… ¿cómo era aquello de los polinomios de Taylor?... Vaya, también se me ha olvidado. Y eso que en cálculo y en álgebra saqué notable. Y sin copiar…

El caso es que aquel antiguo amor casi se me ahoga de la risa cuando le explicaba todo esto… Normal, me había puesto tan serio, y tan dramático, que seguro que se pensaba que le iba a salir con algún dramón del estilo “estoy divorciado y mantengo tres hijos”, “tuve mis problemas con las drogas pero ya estoy curado”, “pasé un tiempo en la cárcel”, etcétera, etcétera… Aquella fue una noche inolvidable. Ya lo creo que sí. Hay que ser gilipollas…

(…naturalmente, no voy a contar en este blog cómo lo hacía, no vaya a ser que… Y, de todas formas, siempre podré decir que esto es una broma, una licencia literaria… Mientras no tenga que volver a examinarme… Aún tengo una pesadilla, de vez en cuando, en la que, en el sueño, aún me quedan asignaturas pendientes de la carrera y tengo que sacar tiempo para estudiar los exámenes…)

Y es que el tono de esta entrada del blog es así, jocoso, de manera deliberada: porque pretendo reírme un poco de mí mismo, de algunas de esas cosas que se agarran bien adentro cuando eres un niño; y no un niño cualquiera, sino un niño como yo lo fui, más bien miedoso y cagoncete… En esto no sé si habré salido más a la familia de mi padre o a la de mi madre; probablemente ninguna de las dos ramas querrá atribuirse semejante mérito genético

Dirán los del Análisis Transaccional (“AT” para los finos) que, claro, que en una parte de mí sigo siendo un niño, en mi caso un niño asustado. Y que hay que hablar con ese niño y explicarle que ya no hay que tener miedo. Que ya le coge mi padre otra vez de la mano… sólo que esta vez mi padre ya no es mi padre, sino yo mismo (qué lío)… En fin, que ya ha pasado el tiempo, y la vida, y afortunadamente hemos desarrollado otros recursos para enfrentarnos a las cosas. En mi caso, este blog, por ejemplo…

…en el que puedo mirarme a mí mismo en lo tonto que soy, en lo torpe, en lo agarrado que tengo ese miedo hasta en los detalles más cotidianos… Y es que de pequeño todo me daba miedo… ¡Hay que joderse! Hasta jugar al fútbol, con aquellos balonazos que se pegaban… Con lo que me ha gustado luego… En fin…

El caso es que me está costando mucho, pero mucho, mucho, pero muchísimo, perdonarme a mí mismo por todo ello. Coger de la mano al niño asustado. Perdonarle y no sentirse avergonzado…

…y dejar de reinventar mi vida, mi pasado, una y otra vez, una y otra vez, hasta encajarlo en una versión amable, edulcorada, que me gusta más y que dice algo de mí mismo que es lo que quiero que escuchen los demás, pero que no es exactamente lo que fue…

…desde pequeñas cosas sin importancia, pequeños secretos olvidados, hasta algunas de las cosas más importantes de la vida. Sobre todo, cosas que nunca aprendí, que nunca hice en su momento. Como ir en bicicleta, que nunca aprendí bien, bien, del todo. Y ahora sería incapaz de montarme en una (normal que conduzca tan mal el coche, aunque tenga cuatro ruedas…). O, no te digo nada, lo que tardé en dar mi primer beso, y algunas otras cosas que se hacen en pareja… Casi pensaba yo que ya no me llegaba el momento…

Si me miro a mí mismo ahora, me veo bastante infantil. Puede que hasta esta idea del blog sea también así, un poco infantil. Cosas de un niño que trata de llamar, de alguna manera, la atención…

…manejando el teclado, la palabra, del adulto que está harto de intentar parecer quien no es, desesperado por tratar de ganar la aprobación y el cariño, casi, de todo el mundo…

En este final, igual se me ha ido la mano y me he puesto un poco amargo… Esto empezó como una comedia y está acabando como un drama. Cuando, en realidad, uno siempre está a tiempo de reconciliarse con uno mismo, de aceptarse tal como es, y las cosas tal como sucedieron… Si ya no tengo tanto miedo, y tengo fuerzas para decir estas cosas en este blog, igual tampoco estoy tan mal…

…y si hay que cerrar esa etapa de infancia no terminada de vivir del todo, bastará, por ejemplo, con comprarse una bicicleta, ¿no? Esta etapa regalada de la vida, esta etapa en Tudela, regalada porque es un auténtico regalo, es perfecta para ello: la recta interminable de la vía verde, la antigua vía del ferrocarril entre Tudela y Tarazona (o entre Tarazona y Tudela, visto con ojos de Tarazona), parece el lugar idóneo para aprender…

…y es que eso es de lo mejor en lo que podemos emplear el tiempo regalado que nos queda de vida: en no dejar de aprender…

…eso sí: el cálculo de estructuras, mejor dejarlo para más adelante. Mucho más adelante…

Epílogo: después de todo lo que he contado… Si sumo las horas que he pasado cocinando de verdad en esta vida… Serán más o menos las mismas que he pasado reunido con el Defensor del Pueblo, que estuve una vez en la vida, un par de horitas, una foto, y pa’ casa… Así, Susana, ¿cómo te sorprendes de que no distinga un apio de un puerro? Si, además, ¡el dichoso puerro estaba debajo de un cartel que decía “apio”! ¡Como para no confundirse! Que a leer sí que aprendí de verdad… Curiosamente, bastante temprano. Y es que a eso me enseñó mi abuelo… Pero esa también es otra historia…


Zaragoza, agosto de 2012.
Para todos los disfrutones del arte de la cocina... Y para todos aquellos que me habéis enseñado a no tener miedo... de vez en cuando...

viernes, 27 de julio de 2012

Big Joe




Esta es una historia de camioneros. De camioneros y de autoestopistas. Hay historias parecidas en Alabama, en Missouri, en Tennessee… Esta se desarrolla en algún pueblo perdido, en Carolina del Norte. Tiene varias versiones, y una de ellas la cuenta Tom Waits en una de sus canciones.

La historia se desarrolla en una noche. Una noche horrible, en medio de una tormenta, una tempestad imponente. Y con un caminante, un autoestopista, que trata de encontrar algún alma caritativa que le lleve hasta el siguiente pueblo y encontrar algún sitio donde tomar algo caliente y descansar…

…y, finalmente, aparece. En forma de un camión plateado, que ve a nuestro autoestopista calado hasta los huesos y se ofrece a llevarle, le invita a subir. El camionero resulta llamarse así, Big Joe

…y acompaña a nuestro protagonista hasta el siguiente pueblo, ubicado junto a un río, al otro lado de un estrecho puente que cruza la carretera. Para junto a un hotel. Y aún le da a nuestro protagonista una moneda, un dólar, para que, al menos, cene algo caliente esa noche. Eso sí: con el ruego de decir en el local que ha sido Big Joe quien le ha llevado. Con eso, le dice, quizá hasta le permitan alojarse gratis…

…y eso es exactamente lo que ocurre… Cuando nuestro hombre entra en el bar del hotel y dice que ha sido Big Joe quien le ha llevado, de repente, se hace un silencio sepulcral. Nuestro hombre se asusta: ¡qué habrá dicho! Pero rápidamente, le sirven algo caliente, un plato de sopa, y le tranquilizan. Y le cuentan la historia de Big Joe. Simplemente, nuestro hombre ha visto un fantasma…

…el de un hombre que, tiempo atrás, en una noche parecida, y justo cuando iba a cruzar ese mismo puente, vio que venía de frente otro vehículo, un autobús lleno de pasajeros, pero sin control…

…así que, sin dudarlo, optó por girar el volante de su camión y arrojarse al río. Murió. Y con ello salvó, quizá, a decenas de personas…

…y desde entonces, en noches como aquella, siempre acaba por entrar en el bar del hotel alguna persona, un autoestopista, con una moneda de un dólar en la mano, y contando que quien le ha llevado hasta allí ha sido él: Big Joe

La historia, en sí, es muy, muy bonita. Seguramente, está claro, es una invención. Pero es bonita. A veces, y para algunas personas, es muy reconfortante pensar que hay algo, una fuerza más allá de nosotros, que nos cuida y que nos protege. A quien, en definitiva, le importamos.

El problema es creer que somos nosotros, nosotros mismos, esa fuerza. Creer que somos Big Joe. Y que tenemos que salvar al mundo. Es lo que, muchas veces, me pasa a mí, a este Ignacio Bona del blog; y se me debe notar mucho porque una amiga me decía, hace bien poco, que tenía que darme una mala noticia: que el mundo iba a seguir girando aunque yo ya no estuviera en él. Ella, naturalmente, tiene razón…

…pero el hecho es que, por alguna razón que desconozco, muchas veces quiero ganar el cariño y la aprobación de los demás a toda costa, haciendo lo que sea, cueste lo que cueste… Curiosamente, hasta el fondo de pantalla de mi ordenador dice eso: cogí un fotograma de una película en la que se ve el vestuario de un equipo de football y al fondo, en inglés, un cartel con la leyenda: “Whatever it takes” (“cueste lo que cueste”)…

…y eso es porque me doy demasiada importancia a mí mismo. No veo el mundo girando sin mí… Don Juan, el viejo brujo indio que instruía a Carlos Castaneda en las artes del chamanismo, para forzarle a perder la importancia personal, la tendencia a creerse el centro del Universo, le hacía estar horas y horas hablándole a alguna plantita, una cualquiera, una muy pequeñita, la primera que se tropezaran en alguno de sus paseos por el desierto de Sonora…

…pero esa, desde luego, es otra historia…

…el problema de Ignacio Bona es que casi nunca se acuerda de su plantita. Lo único que quiere es salvar al mundo. Subirse a su camión fantasma y recoger autoestopistas…

…intentando siempre, siempre, ganarse a los demás. Corriendo riesgos tremendos, sacrificando la posición en la empresa, la pareja, todo… Incluso este mismo blog. No deja de ser un reflejo de eso mismo. Podría escribirlo para mí, y me serviría igualmente de terapia. Pero he preferido desde el principio que alguien lo lea; y, más allá de eso, que le guste, que le atrape, que me haga sentir, otra vez, querido y admirado… Hacerme sentir que vuelvo a ser Big Joe y este blog es mi camión fantasma…

…y es que no hay una entrada de este blog, ni una sola, que no la haya escrito inspirada por alguien, pensando en alguien, tratando de agradar a alguien… Por eso, Silvia, salen, salían hasta ahora, tantos personajes, tú misma, y por eso estaban las dedicatorias. Este mismo párrafo está escrito para ti. Espero que no te importe. No lo puedo evitar.

En el fondo, supongo que todo esto nos ocurre, en mayor o menor medida,  a todos… Porque todos, de alguna manera, nos resistimos a la idea de que algún día, no muy lejano, ya no estaremos, no existiremos. Queremos ser importantes, amados y recordados, hacer algo que perdure, vencer la barrera de la muerte. Como Big Joe

…pero no te preocupes, Silvia, que no quiero terminar de un modo tan dramático. Acuérdate de que estoy tratando de reescribir mi personaje… Así que me bajo de camión fantasma y, simplemente, dejo que las cosas sucedan. Sin forzarlas. Sin esperar nada a cambio. Por el sólo placer de hacerlas. Como escribir este blog


Zaragoza, julio de 2012.
Para todos los que, alguna vez, hemos querido ser como Big Joe.
…y para ella, en el primer día, ojalá, del resto de su vida profesional.

domingo, 1 de julio de 2012

Lágrimas de chocolate



…sucedió cuando aún no sabía nada sobre las mujeres. O, mejor, habrá que decir menos que nada, porque esa sigue siendo una de mis grandes asignaturas pendientes… Bueno, lo sería casi para cualquiera... Y, sí, de eso también hablaba el dichoso papelito de Ommael…

…y es que hubo un tiempo, en realidad no ha pasado tanto, en que contemplaba el universo femenino casi desde un telescopio... Me parecía estar a años luz de la posibilidad de interesarle, de verdad, a una chica. Había tenido mis escarceos… Pero de las chicas que realmente me habían gustado, nada de nada…

…durante mucho, mucho tiempo, estuvo Isabel. Pero, igual: un amor platónico. Como contemplar un planeta, o una galaxia lejana. Para un chico tan miedoso como yo, quedarse clavado en ese sentimiento era una solución perfecta…

…y eso que hubo un momento en que parecía que podría producirse un milagro… Primero, después de años sin saber de ella, recuperé el contacto. Con una carta, por supuesto. Muy bonita. Seguramente el borrador estará en el cajón de mis recuerdos especiales de Torrero. Esas cosas nunca se tiran…

…y luego aún compartimos un tiempo de amistad, varios años, quizá. No lo recuerdo muy bien… Lo que sí recuerdo, como si fuera ayer, es un momento mágico con ella. De esos que no se olvidan. Un día cualquiera de uno de aquellos veranos. Un café en su casa aprovechando que no estaban sus padres… En el blog de otra persona, esta pequeña historia habría acabado de una manera muy distinta…

…pero, en el mío, la magia no estuvo ni en darle el primer beso (ojalá hubiera ocurrido) ni en hacerle el amor… La magia estuvo en que, no sé por qué, tuve el impulso irresistible de regalarle un libro. Entonces acababa de leer a Anthony de Mello, el místico-jesuita indio represaliado por el Vaticano después de muerto…

…y le compré el libro y se lo regalé…

…aunque lo curioso es que ella había tenido exactamente el mismo impulso irresistible, acababa de leer Cien años de soledad, de García Márquez e, igualmente, me lo compró y me lo regaló…

…¿Sheldrake otra vez? Quizá…

…para mí, fue un momento inolvidable, sublime. Mágico. Pero, lamentablemente, pronto se vio que nuestro amor era imposible. A Isabel no le gustó Anthony de Mello. Y a mí no me gustó Cien años de soledad. Acabé de José Arcadio Buendía hasta el gorro. Nunca he podido con García Márquez…

Así que nunca acabamos juntos. Es más: acabamos enfadados. Hubo un malentendido, ella se enfadó conmigo… Estuve años sin hablar con ella. Hasta que un día la vi en la tele. De presentadora-colaboradora de un programa. Y escribí a la emisora. Otra vez una carta, bueno, un e-mail. Ahora hablamos de vez en cuando. Muy de vez en cuando. Pero ya no es lo mismo. O, mejor, yo ya no soy el mismo. Y, seguramente, ella tampoco…

Pero este post no pretendía hablar de Isabel. Mis lágrimas de chocolate no fueron por ella. Fueron por Juliana…

…cuando conocí a Juliana, por supuesto, seguía sin haber aprendido nada sobre las mujeres. La conocí por necesidad: yo buscaba compartir un piso en Barcelona. Estaba a punto de empezar mi segunda etapa de trabajo allá. Y Juliana buscaba lo mismo: alguien con quien compartir piso y gastos. Ella ya tenía el piso: un apartamento muy bonito, quizá algo pequeño, pero luminoso y muy cómodo. En pleno barrio de Sants. Detrás de la Plaça del Centre…

…y es que elegí a Juliana porque me gustó. Se me ocurrió la idea peregrina de buscar deliberadamente alguna chica que buscara compartir su piso con un chico. Precisamente con un chico. La Generalitat catalana tenía entonces un servicio, una base de datos, que permitía hacer ese tipo de búsquedas. Una tentación demasiado irresistible para alguien como yo…

…y me decidí. Conocí por ese medio varias personas, varias chicas… Sorprendentemente, podía elegir… Y la elegí a ella…

…naturalmente, porque me enamoré de su mirada. De su acento argentino… Y de su preciosa, extraordinaria, historia personal. Aunque lo verdaderamente bonito era oírsela contar a ella…

Estuve con Juliana casi un año. Fue una experiencia muy interesante, llena de pequeños matices. Pero difícil. Agridulce. Ella no me lo puso nada fácil. Pero, a cambio, me regaló una lección muy valiosa sobre las relaciones…

…y es que, desde el principio, quise agradar, fuera como fuera, a aquella mujer. Quise convertirme en su perfecto compañero de piso. Quise que no le faltara de nada. Ser una pequeña ayuda en una vida, la suya, demasiado ajetreada, extenuante, por haber elegido una carrera difícil y, encima, tener que compaginarla con el trabajo…

…ni siquiera permitía que se ocupara de la limpieza del piso. Total, se hacía en un volado…

La convivencia siempre fue muy fácil, muy correcta… Pero, lamentablemente para mis ilusiones, nunca se convirtió en una amistad. Tuvimos nuestros momentos, nuestras conversaciones, nuestras pequeñas confidencias… Pero Juliana no estaba a gusto conmigo. Para ella era incómodo convivir con alguien con la expectativa de algo más que compartir el piso…

…y, además, estaba rehén de la situación: dado que realmente necesitaba ayuda, y que quizá era demasiado orgullosa para pedirla…

Juliana me enseñó muchas cosas, muchas. A pesar de no haberla enamorado y, muy al contrario, haber provocado una cierta frialdad y distancia. O precisamente por eso. Me hizo cuestionarme muchas cosas: me hizo verme a mí mismo ridículo, sin un átomo de autoestima, forzado a hacer cosas desesperadas para captar la atención de alguien como ella…

…como aquella vez que les cedí mi habitación a sus padres, que estuvieron dos semanas visitándola en Barcelona, para que no gastaran tanto dinero…

…cuando, en realidad, lo que hubiera necesitado hacer para enamorarla era muy sencillo: nada. De haber tenido que surgir, habría surgido solo. Lo sé ahora, aun cuando sigo sin saber casi nada de las mujeres: habría bastado con no tener esa ansiedad por estar con ella. Simplemente habiendo sido un chico normal, el vecino de su cuarto de al lado… y habría sido ella la que habría tenido la curiosidad por conocerme…

Aquel período de mi vida, aquellos días con Juliana, también me enseñó otra cosa, importante, sobre mí mismo: aunque sigo enfermo de falta de autoestima y, en ocasiones, bueno, casi todo el tiempo, parece que miro a todas las mujeres…

…en realidad, a las que he querido de verdad y por las que he perdido el sentido, han sido aquellas que, de un modo u otro, han sufrido en la vida y no lo han tenido fácil, y se han rehecho y han sabido salir adelante…Mujeres fuertes, valientes… Con el valor que, seguramente, pienso que me falta a mí…

…y han sido muy, muy pocas…

…como Juliana. A la que no he vuelto a ver, ni siquiera hablar, ni cruzar un mensaje, desde que salí del piso que compartíamos juntos, en Sants.

¿Mis “lágrimas de chocolate”? El título de una carta. Otra carta, otra vez, muy bonita. Durísima, para mí, de leer. Era para Juliana, mi carta de despedida, la que le esperaba en su casa justo el día que me marchaba. Le decía algo muy sencillo: que la quería. Aunque era consciente de que, probablemente, ya no la volvería a ver…

…y que, desde aquel día, ya no tendría helado de chocolate esperándole en la nevera. Porque yo sabía que le encantaba y, siempre que hacía la compra, siempre, le llevaba su helado de chocolate…

A pesar de todo, me encanta poder decir estas cosas. Y me encanta haber querido en esta vida, aunque a veces no haya sido correspondido. Mi tía Asunción, de Málaga, con esa gracia que tienen los andaluces, lo habría dicho de un modo muy sencillo: eso es que no era la tuya

…pues no, no era la mía. O sí, pero no supe hacerla mía…

¿La foto de cabecera? El Parque del Agua, en Zaragoza. Parte del trabajo de Juliana. Tan especial como lo era ella…

…ahora, Juliana, ya no tendrás más helado de chocolate de tu vecino de cuarto esperándote en el congelador. Mis lágrimas de chocolate. Pidiéndote, suplicándote, un poquito de tu precioso tiempo. Simplemente un poquito de tu precioso tiempo. Lo que probablemente no vuelva a tener nunca más…


Zaragoza, julio de 2012.
Para Isabel y para Juliana. Y para todas aquellas personas a quienes hemos querido, de verdad, en esta vida.

jueves, 21 de junio de 2012

Sheldrake




Mira, Marcio, tengo decenas de buenos recuerdos contigo. Una colección entera... Pero el mejor de todos, el gran regalo que me has hecho en esta vida, es el de la barbacoa... No hace falta decir cuál. A que no?

Cada una y cada uno de los barbacoeros, con sus matices, sus pequeños detalles, son personas maravillosas… No me canso de escucharlas, de estar con ellas. Es exactamente lo que me pasaba contigo: que no me cansaba de escucharte. Ni de estar contigo…

…y, así, el tiempo pasa volando. ¡Más de un mes desde que te marchaste! Aunque es curioso cómo funciona el tiempo: a cualquiera de ellos, a Carlos, a Marta, a Miguel Ángel, a Silvia o a Susana, me parece conocerlos de toda la vida. De toda la vida…

Y es que, estando con ellos, la comunicación vuela fácil, fluida. Te encantaría seguir con nosotros. Tenemos conversaciones fantásticas…

…como este sábado, por ejemplo. Nos movimos desde la ecología, el agotamiento del petróleo y los recursos naturales, la sobrepoblación mundial… al tomate rosa de Barbastro. Pasando por la problemática de los niños tutelados por la Administración y la adopción internacional... Y con ese toque dramático que suelo dar yo a algunas conversaciones: “dentro de algunos millones de años ya no existirán estos problemas… porque el Sol, que es una estrella en expansión, habrá engullido a la Tierra…”

…y para mí, que me encanta discutir, ¡ya lo sabes!, fue un sábado fantástico. Disfrutando de un kebab en la ribera del Ebro. Rematado por un té, un té moruno… Moruno… No nos hizo gracia ni nada la expresión…

Realmente estoy tan bien, tan a gusto con este regalo que me hiciste, que a veces pienso que hay cosas en la vida que tienen que pasar, que no pasan por casualidad. Y entonces me acuerdo de él: de Rupert Sheldrake. Chiflado maravilloso…

Leí por primera vez sobre Sheldrake en 1998, cuando aún se pagaba en pesetas… Escribo esto y pienso que alguno de los que lean este blog, si han tenido la paciencia -yo no lo aguanto- de ver el programa Redes, de Eduard Punset, a lo mejor han tenido la suerte de escuchar a Sheldrake…

Sheldrake, un eminente Biólogo Molecular formado en Cambridge, acuñó un término, “campo morfogénico”, y sacudió los cimientos de la ciencia con una teoría revolucionaria: no existen leyes inmutables del Universo. Los distintos eventos se mueven, fluyen, de manera que crean una tendencia, una “forma”: cuantas más veces se repite un suceso, de un modo determinado, más probable es que el siguiente se repita exactamente del mismo modo…

…como si todos los eventos formaran parte de un campo, como una sábana. Cada repetición deja una pequeña marca en la sábana… Y si algo se ha repetido millones, y millones, y millones de veces del mismo modo, esa pequeña marca en la sábana se convierte, así, en un agujero profundo… que hace inevitable, para cualquier nuevo evento que “ruede” por la sábana, caer en el agujero y repetir ese comportamiento…

¡Madre mía! ¡A dónde nos hemos ido desde nuestro kebab junto al Ebro…!

Lo verdaderamente interesante de la teoría de Sheldrake es que, en su visión del mundo, todo, absolutamente todo, está conectado… Cualquier cosa que yo haga tiene impacto, literalmente, en todo el Universo… porque el hecho de que ya haya sucedido hace más probable que suceda de nuevo…

…con lo que todos nosotros somos como una antena que recibe el eco de todas las cosas, no importa cuáles sean… Ni siquiera que no “existan”… Basta con que se hayan imaginado…

Sheldrake es un científico (aunque una parte de la comunidad científica seria preferiría verlo quemado en la hoguera, como a Miguel Servet…), así que ha desarrollado una serie de experimentos sorprendentes…

…y ha llegado a una conclusión: como “antenas” que perciben una realidad oculta, hay dos grupos particularmente sensibles: los animales y los niños…




…pero todos, absolutamente todos, tenemos la posibilidad, algún día, de volver a sintonizarnos con esa realidad… Simplemente, dejando fluir nuestra imaginación: el arte de hacer que las cosas sucedan

…que es lo que me ha pasado a mí con nuestra barbacoa: tenía tantas ganas, pero tantas, tantas, de que me sucediera una cosa así, que, al final, se ha hecho realidad… Lo que decíamos: hay cosas que tienen que pasar…

…como nuestro kebab junto al Ebro. Con su maravillosa conversación de una noche de junio, de tomates, soles en expansión y niños adoptados…

…así que, al día siguiente, el domingo, me levanté como nuevo... Fui a correr un rato por el canal. No me sorprendió ver a un chico corriendo con una camiseta de la antigua URSS, con las siglas “CCCP”, porque casualmente había pensado en ello nada más levantarme y ya no me sorprendo con esas cosas. Subí a casa. Me duché. Desayuné leyendo el periódico, el Heraldo. ¡Qué mierda de domingo sería si faltara el Heraldo! Nada más abrirlo, me tropecé con un artículo sobre el tomate rosa de Barbastro. Y el suplemento hablaba de adopción internacional. Levanté la vista. En la TV estaba el canal Historia. La serie “El Universo”. Por supuesto, el reportaje hablaba sobre nuestro Sol en expansión… y los científicos debatiendo sobre si engulliría o no a la Tierra…

…y es que ya no me sorprendo con esas cosas… Sheldrake me diría que, claro, soy algo más sensible porque sigo siendo un niño… Lo que, de todas formas, es algo que también me dijo Ommael…


Zaragoza, junio de 2012.
Para mis barbacoeros, por supuesto. Y para todos aquellos que, en el fondo de su corazón, y a pesar de la edad que tengan, sigan siendo unos niños…

martes, 19 de junio de 2012

Ommael



Nos abordó de repente. Estábamos parados de pie, junto a las casetas del Mercadillo Medieval, disfrutando de una maravillosa noche de mitad de junio en Zaragoza…

…yo apenas me di cuenta cuando llegó. Para cuando lo hice, se había abierto un hueco en nuestro círculo y nos hablaba a todos. Había tomado la palabra…

…primero me llamó mucho la atención su aspecto: enjuto, huesudo, sin un átomo de grasa. Con la cabeza afeitada y muy, muy moreno. Y un aspecto, digamos, informal… pero tampoco muy estrafalario…

…después me fijé en su mirada, intensa, convencida de lo que estaba haciendo y de lo que decía. Y pensé en el valor tan grande que hay que tener para abordar a la gente por la calle así, a puerta fría… Y nada menos que para hablar de la vida, el amor y su relación con el cosmos…

…casi nada…

Al principió pensé que el pobre estaba chiflado. Pero algo me hizo cambiar rápidamente de opinión: aparte de que lo que decía tenía realmente sentido, el tipo había logrado prácticamente hipnotizar a nuestro Ommael particular, nuestro Miguel Ángel, que le seguía atentamente y asentía cada cosa que el otro Ommael, el verdadero, decía…

…una vez captada nuestra atención, una vez que tenía un público entregado a su discurso sobre el amor universal y la búsqueda de la perfección espiritual, vino el verdadero golpe de efecto: la Astrología…

…resulta que el tipo llevaba preparadas no sé cuántas fichas, perfectamente clasificadas, con los distintos signos zodiacales… Nos preguntó a cada uno nuestro signo y, en un ritual perfectamente estudiado, nos mencionó las características de cómo pensaba que éramos en base a nuestro signo… Unos estuvimos más y otros menos de acuerdo… Pero ya nos tenía en el bolsillo…

…y el juego continuó con un segundo signo para cada uno, el ascendente le llamó, basado en el día y hora concreta de nuestro nacimiento… Ommael venía preparado con una tabla donde se resumía toda esa información…

…y aprendimos algo de Astrología: el primer signo, el nuestro, se supone que responde al modo en que somos en nuestro interior; y el segundo, el ascendente, el del día y la hora, responde al modo en que vamos a relacionarnos con los demás…

Debo confesar que nunca me ha interesado la Astrología. Ni lo más mínimo. Siempre lo he considerado un montón de supercherías y memeces sin la menor base científica. Pero como lo cortés no quita lo valiente

…pues eso, que tengo ahora mismo delante las dos hojitas que me entregó Ommael. En mi caso, Leo para mi signo “interior” y Virgo para el “exterior”. Y, la verdad, para mi asombro, no puedo estar más de acuerdo en muchas de las cosas que aquí se dicen. Quizá no todas. Pero lo importante, sí. Desde luego que sí.

He estado en terapia dos veces en mi vida, muy próximas entre sí, tratando de salvar la relación de pareja que viví por casi cinco años. La que fue mi compañera tenía dos puntos de insatisfacción profunda conmigo. Decía, por un lado, que me dedicaba demasiado al trabajo y demasiado poco a ella; y, por otro, que miraba a todas las mujeres…

…y para mi estupefacción plena, esos son los dos papelitos que me regaló Ommael, que no me conocía de nada, que simplemente me abordó por la calle en una cálida noche de junio… Virgo: “demasiado perfeccionismo y demasiadas ocupaciones. Adicción al trabajo”… Leo: “donjuanismo, inclinación a los halagos. Tendencia a flirtear”…

He de reconocer que este episodio con Ommael me causó un impacto serio. Profundo. Incluso este mismo blog podría estar en el catálogo de cosillas que se decían sobre Leo: “egocentrismo, vanidad, presunción”…

Me cuesta trabajo, después de toda una vida de negación, echarme ahora en brazos de la Astrología… Creo, más bien, que voy a seguir teniéndola en cuarentena. Pero hay una cosa que me ha regalado Ommael: una terapia exprés y, además, gratuita…

…porque esa es otra cosa que nos maravilló de él: no quería nuestro dinero. Tan sólo nuestro tiempo…

El mejor pago, el mejor homenaje que puedo hacerle es utilizar esas mismas hojitas, sus hojitas. Para cambiar mi personaje. Y encontrar el punto en que pueda vivir con dedicación a mi trabajo, sin lastimar los otros ámbitos de mi vida; y pueda expresarme de un modo cariñoso y cercano, particularmente con las mujeres, sin resultar excesivo…

…y, además, hacerlo de un modo natural. Fluido. Casi nada…

…que, por cierto: en el fondo de mi corazón, debo reconocer que no hay nada de esto, más allá de los signos y la Astrología, que yo no supiera antes… Pero necesitaba que alguien me lo recordara… Lo que de verdad no podía ni imaginarme es que ese alguien sería él: Ommael…

Ya, cuando nos íbamos, Virginia reconoció a Ommael… era el personaje que, quince días antes, en un concierto de Timbalao, la banda zaragozana de batucada, bailaba sin control justo detrás de nosotros…


Zaragoza, junio de 2012.
Para Ommael, el verdadero, y nuestro Ommael, Miguel Ángel. Ojalá tanto el uno como el otro consigáis todos vuestros sueños…

sábado, 16 de junio de 2012

Maestro





Conocí a Don Carlos hará ahora unos quince años; más o menos cuando mi padre entró en júbilo, esto es, jubilado. Los últimos años de actividad de mi padre fueron nefastos, en muchos aspectos… Así que a él le encaja perfectamente la expresión: fue un alivio saber que, tras cuarenta y tantos años trabajados, y después de una grave enfermedad, podía disfrutar de su bien merecida pensión sin necesidad de seguir trabajando más… Por eso lo del júbilo

En cuanto a Don Carlos, él siempre será eso, Don Carlos. Lo será en el recuerdo, el recuerdo emocionado, porque es otra de esas personas que ya no podrá leer su post dedicado…

Mucho antes de entrar a formar parte de mi vida, Don Carlos entró a formar parte de la de mi padre. Y es que lo de los cuarenta y tantos años trabajados que decía antes no es broma: mi padre entró a trabajar a los quince años, de aprendiz en una fundición. Y no en una cualquiera, sino en una de las más reconocidas de Zaragoza, Maquinista y Fundiciones del Ebro…

…que fue fundada a principios de siglo por la familia Bressel…

(…uno de los fundadores, director de la fundición cuando trabajaba mi padre, Arturo Bressel, murió en los años setenta… La muerte de este señor no tiene ninguna gracia, por supuesto. Pero mi abuela, la madre de mi padre, que era muy despistada, cuando se enteró de la noticia, pensaba que cualquier ciudadano de Zaragoza estaría enterado y consternado… Así que al primer vecino con el que se cruzó, en el ascensor, no se le ocurrió otra cosa que espetarle: “¿sabe Vd. que se ha muerto Bressel?” ante la cara de estupefacción del pobre hombre… Aún hoy nos partimos de risa, en todas las celebraciones familiares, recordando ésta y otras ocurrencias de la abuela…)

Total: que mi padre entró en pantalón corto, como quien dice, en la fundición, y salió como hombre hecho y derecho. Con el título de Maestro Industrial en el bolsillo. Y un montón de peripecias vividas. Que quizá den para alguna otra entrada de este blog

…pero si mi padre salió como Maestro, Maestro Industrial, se lo debió a otro maestro: Don Carlos. Éste, un maestro de verdad, de vocación. De carrera. Llegado de rebote a ejercer como maestro dentro de una empresa, llevando la escuela de aprendices, el precedente de lo que hoy sería la Formación Profesional (o como demonios se llame hoy en día)…

…y dedicado en cuerpo y alma no sólo a formar profesionales: sino a construir personas.

La vida le llevó de rebote, como decía, a no poder ejercer como docente en ninguna escuela pública… Y todo porque en la lotería fatídica del 18 de julio le tocó vestir el uniforme equivocado del bando equivocado en el sitio equivocado…

…todo equivocado…

…menos su vocación. Hasta en las situaciones más kafkianas del frente se las ingenió para ayudar a sus compañeros de armas y enseñarles a leer y escribir…

…y, lo más importante: a sobrevivir. A pesar de las penalidades, las largas caminatas, el hambre, el frío insoportable en invierno, el calor y los insectos en verano…

…y lo peor: la abominable realidad, en uno y otro bando, de la crueldad, la represión y los crímenes sin sentido.

Yo supe de todo esto porque él me lo contó. Me fascinaba escuchar sus historias; sus historias de juventud, las caminatas junto a su padre, que era Guarda de Frontera, por todo el Pirineo; sus historias de la guerra, la guerra incivil, más palizas y más caminatas, toda la grandeza y la miseria del ser humano concentrada en un palmo de la historia; y, por supuesto, sus historias como maestro de aprendices en Maquinista (que es como los veteranos llamaban a la antigua MFE)…

…hay quien llamará a esto “batallitas”… Pero a mí esas batallitas me encantaban…

Mi padre, y muchos otros compañeros de su generación, le deben mucho, muchísimo, a Don Carlos… Y la última de sus proezas como maestro fue reunir, después de cincuenta años, a todos sus antiguos alumnos, los antiguos aprendices de Maquinista, ya jubilados, todos los primeros jueves de cada mes… Simplemente, por el placer de reencontrarse, charlar, enorgullecerse de todos los hijos y los nietos… Y recordar. Toda una vida llena de recuerdos…

…y, aunque Don Carlos nos dejó, hará ahora unos tres años, sus discípulos se siguen reuniendo, puntualmente, el primer jueves de cada mes…

Mi mejor recuerdo de Don Carlos son las navidades de hace unos años, serían las del 2006, ó 2007… Porque las pasó con nosotros. Hicimos una gran comida de Navidad, reunida mi familia, la de mi Mª José y… Don Carlos. Y es que, como maestro de raza, consiguió inculcar el afán por aprender, y por estudiar, a cada uno de sus cuatro hijos… Y el destino caprichoso hizo que todos fueran a la Universidad, que todos tuvieran una fructífera carrera profesional, pero fuera de España… Y que ese año, en que Don Carlos ya había quedado viudo, todos estuvieran fuera el día de Navidad…

…pero a Don Carlos nunca le faltó una casa en la que quedarse. Y menos el día de Navidad…

…y, aunque le echo mucho de menos, y me habría encantado invitarle a una barbacoa en mi nueva casa de Valdefierro, sé que una parte de él no se irá nunca. Me acompañará siempre.
  

Zaragoza, junio de 2012.
A Don Carlos Lafuente Benito, in memoriam.
A Marta, mi maestra favorita, a Virginia, que se gana la vida explicando… y a todos los maestros que han marcado, en positivo, nuestras vidas.